LA COMUNICACIÓN
La comunicación es la piedra angular que sustenta
la construcción de unas relaciones sólidas con nuestros hijos. Pero esa clase
de comunicación implica la conciencia de las propias emociones, la capacidad
para compartirlas respetuosamente con los demás y la comprensión empática de las emociones de nuestros hijos.
La capacidad de los padres para
comunicar sus emociones contribuye a que los niños desarrollen vitalidad y
empatía, cualidades que son muy importantes para relacionarse socialmente de
forma adecuada el resto de la vida. El cuidado de las relaciones implica compartir y ampliar las
emociones positivas y tranquilizadoras y reducir las emociones
negativas.
Imagine que su hijo está jugando
en el patio y entra en la casa muy excitado porque ha recogido unos escarabajos
de colores en un pequeño bote de cristal.
-
Mira, mamá, mira lo que he
encontrado, ¿no son bonitos?
-
Saca esos bichos repugnantes de
aquí ahora mismo -le reprende la madre severamente porque todo lo que ve es la
posibilidad de que los insectos acaben escapándose por la casa.
-
Pero, mamá, si ni siquiera los has
visto. Mira el color verde brillante de sus alas -dice su hijo en tono de
protesta. Pero la mirada de la madre permanece fija en el tarro y, tomando a su
hijo por el brazo, lo lleva hacia la puerta, mientras le dice:
-
Los insectos viven afuera y deben
quedarse allí.
En esta situación, la experiencia
emocional del niño acaba siendo completamente anulada. Su alegría y su placer
no son compartidos y, probablemente, acabe completamente confundido sobre el
significado y el valor de su experiencia. Se siente "bueno" y
excitado por su descubrimiento y entra en la casa para compartir esos
sentimientos. Pero, en su lugar, recibe la respuesta de que ha sido
"malo".
Una conexión emocional
significativa por parte de la madre habría valorado adecuadamente la
experiencia del pequeño y habría participado de la emoción de su
descubrimiento. Eso no quiere decir que tengamos que convivir con insectos
merodeando por la casa sino, sencillamente, que es importante que sintonicemos o
resonemos con la experiencia emocional de nuestros hijos en lugar de limitarnos
a reprimir su conducta externa.
Sintonizar con las emociones de
nuestros hijos puede requerir que descendamos a su nivel, manteniendo una
postura abierta y receptiva, mirando lo que nos traen para mostrarnos y
expresando curiosidad y entusiasmo en nuestro tono de voz:
-
"iDéjame verlos! ¡Caramba, qué colores
tan bonitos! Gracias por enseñármelos. ¿Dónde los has encontrado? Aunque me
parece que serían más felices viviendo afuera".
Esa actitud no sólo refuerza la
relación materno-filial sino que el niño también siente su yo fortalecido
porque percibe que sus ideas y sus emociones son valoradas por la madre.
Cuando los padres resuenan con las
emociones sus hijos, la experiencia que éstos tienen de sí mismos es que son "buenos".
Las conexiones emocionales aportan un sentido de valor al niño y determinan la
comprensión que tiene tanto de sus padres como de sí mismo.
FUENTE: Libro"SER PADRES
CONSCIENTES". Autores: Daniel J. Siegel, Mary Hartzell
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